3 instalaciones redondas. Instalación de 1000 cajas de pizza. Medidas Variables. Córdoba Argentina. 2012.
Ellos son: Emilia Casiva, María de la Paz Chasseing, Guillermina Bustos, Manuel Molina, Sergio Yonahara, Marcos Dominguez, Fernando Fraenza, Juan Gugger, Alejandra Perié, Marcelo Quiñonero y Juan Terrazas.
Como suele recordar George Dickie, algunos empleos de la expresión “obra de arte” aplicada a los productos de las bellas artes o las artes visuales son laudatorios. Motivo por el cual, sino todos, al menos legiones entre sus devotos han terminado por creer que tales empleos constituyen una suerte de sentido básico de esta expresión, la que además, estaría excusada en su aplicación de todo fundamento o argumento. Dicho de otro modo: se aplica normalmente con toda imprudencia sin que a la audiencia se le mueva un pelo. Sin embargo, hemos de considerar –tal como el filósofo del arte chicagüense intenta tenerlo permanentemente presente- que la unidad “obra de arte” denomina una clase artificial más amplia de objetos, que contiene además de las encomiables, las obras mediocres y las que carecen de valor (aunque sean plenamente reconocibles como obras de arte).
Si los llamados “críticos de arte” quieren actualizar el sentido de ciertos especímenes de la subclase de las obras de arte valiosas, estamos de acuerdo, pero eso no significa que sea el único conjunto de objetos que amerita ser atendido y discutido en sus potenciales significados. Hemos de reconocer que la esfera de la acción de las bellas artes, que en parte ha consistido en la actividad de producir obras de arte, es probadamente valiosa según los más diversos criterios con los cuales queramos evaluar su desempeño histórico. Sin embargo, todos los productos de una actividad valiosa no tienen por qué ser valiosos, aún cuando, sería deseable –en orden a la persistencia y jerarquía de dicha esfera de la acción- que una parte tal vez sustantiva de tales productos lo sea, en función de cualquier razón, siempre y cuando dicha razón pueda explicitarse hoy en términos de una estética secular.
En la actualidad, hacer obras de arte es algo que está al alcance de casi cualquier sujeto mínimamente enterado de lo que el arte es. No es una actividad –como bien se diría- especializada. No es una actividad vedada a quienes carecen de un alto grado de destreza, inteligencia, conocimiento o preparación profesional (como alguna vez lo fue y como corresponde a otros desempeños sociales que van desde la ingeniería al comentario filosófico, pasando por la cirugía o el comercio). Las habilidades que se requieren para hacer obras de bellas artes son más bien rudimentarias. Como contrapartida, la creación de obras maestras requirió históricamente habilidades y conocimientos de unos tipos que pocos sujetos pueden o llegan a dominar; pero las obras maestras constituirían hoy, si existieran, tan sólo una parte minúscula de la clase de artefactos que conciernen al arte; ya que siendo aún posibles desde el punto de vista filosófico, son poco probables desde el punto de vista sociológico.
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